Octubre de 2009
Año V, Número 44


El lenguaje, base de la “segunda naturaleza del animal humano”

La teoría de las especies de Charles Darwin es conciliable con la teoría de los diferentes códigos morales, por lo que el argumento de la selección natural permite hablar tanto del parentesco de los humanos con los simios como de la historia natural de la moralidad; así lo expresó José Luis Velázquez, catedrático de ética de la Universidad Autónoma de Madrid durante la primera jornada de la Reunión Internacional Darwinismo y Filosofía.

La reunión se llevó a cabo del 24 al 25 de agosto en la sala José Gaos del Instituto de Investigaciones Filosóficas, como parte de las actividades que realiza la UNAM para conmemorar los 200 años del nacimiento de Darwin y los 150 de la aparición de su obra cumbre,          El origen de las especies.

El objetivo de este acto internacional, que congregó académicos de las universidades de Quilmes, Florida State y Autónoma Metropolitana, así como investigadores de la Facultad de Ciencias y del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, consistió en reunir a especialistas en los ámbitos científico y filosófico para discutir la influencia de la obra de Darwin en el pensamiento filosófico.

Para José Luis Velázquez, un problema fundamental que plantea la teoría de Darwin es demostrar que no hay contradicción entre el origen natural del ser humano y los atributos específicos que lo hacen el único ser moral. Explicó que entre los animales humanos y los no humanos existen diferencias evolutivas de cinco millones de años, lo cual no los exime de compartir una serie de instintos, pasiones y emociones suficientes para confirmar que la ascendencia animal del hombre no impide su paralela evolución moral.

Asimismo, el catedrático argumentó que la clave esencial para Darwin es el lenguaje, pues éste le permitió al hombre utilizar un código con doble articulación de estructura proposicional, recurso que le sirve no sólo para comunicarse, sino fundamentalmente para pensarse a sí mismo; de allí que su comportamiento, sus hábitos y sus costumbres queden reforzados por una serie de principios normativos conocidos como “segunda naturaleza del animal humano”.

En este orden de ideas, Velázquez citó a Darwin: “Cualquier animal dotado de instintos sociales bien definidos, incluidos los vínculos afectivos de parentesco, llegaría inevitablemente a la adquisición del sentido moral o de la conciencia cuando sus facultades intelectuales alcancen o se aproximen al desarrollo a que ha llegado el hombre”. Sin embargo, el especialista admitió que ésta es una situación hipotética, porque no se ha demostrado que otro animal haya alcanzado la condición moral del ser humano.

“Puede que los hombres se enorgullezcan de ser los únicos animales dotados de conciencia moral —advirtió Velázquez—; de poder traspasar el ámbito de la sociabilidad para integrarse al de la moralidad; de que la evolución, la razón y la experiencia los han situado en esa cúspide de la escala evolutiva. Pero no se puede olvidar algo que afirmó Darwin: no hay duda de que los humanos descienden de bárbaros y algunos aún viven en esa comunidad social”.