Octubre de 2009
Año V, Número 44


En México, el acceso a los estudios superiores sigue siendo un privilegio:
María Herlinda Suárez Zozaya*

“Nuestros gobernantes se afanan en difundir entre la opinión pública que en nuestro país los recursos no son suficientes para ‘darse el lujo’ de invertir en educación superior. En el imaginario colectivo plantan la representación de que en México, por ser un Estado pobre, resulta suntuoso gastar en educación superior y que, además, las universidades públicas nacionales dilapidan recursos y ofrecen educación de mala calidad”, afirmó en entrevista María Herlinda Suárez Zozaya, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM).

Al conversar con Humanidades y Ciencias Sociales, la especialista aseveró que en México la falta de recursos económicos afecta a las instituciones de educación superior y a los jóvenes. “Pero quiero aclarar que, más que ser intrínseca a la situación del país, la pobreza ha sido creada y magnificada por los poderes que han buscado hacerla parte de nuestra identidad. Así que nuestra mayor pobreza más que económica es moral, pues sin duda es una inmoralidad que a los gobernantes les convenga que la autorrepresentación de la sociedad sea la de una sociedad de pobres”. 

De acuerdo con Suárez Zozaya, en México “las instituciones de educación superior públicas no sólo son pocas e insuficientes para atender la demanda, sino que además se les presenta como de mala calidad. Por tanto, los desafíos que deben enfrentar son, por un lado, defender los presupuestos para la educación pública y pugnar por la apertura de nuevas instituciones y, por el otro, reconstruir su imagen de calidad ante la sociedad. Claro está que esta imagen debe ser real y no solamente una apariencia, porque hoy existe el problema, causado por los sistemas de evaluación, de que las instituciones educativas se empeñan en cumplir con los indicadores que les permitan acceder a recursos, pero se ha comprobado que esto no asegura la calidad académica”.

“La universidad virtual es otro de los desafíos que se vislumbran. Esa modalidad está recibiendo apoyo de la Subsecretaría de Educación Superior y representa una buena opción para ampliar la cobertura de la matrícula y también para dar paso a nuevas modalidades de participación de jóvenes y adultos en la educación superior. Sin embargo, en este campo se presentan enormes retos para la investigación educativa y, sobre todo, para la pedagogía. Sin duda, los métodos de enseñanza-aprendizaje que se usan en el sistema presencial no pueden aplicarse de la misma manera en la educación a distancia. Ojalá que ya se estén llevando a cabo las investigaciones y propuestas pertinentes. Me preocupa que la educación superior a distancia abra un nuevo segmento de desigualdad en lo que respecta a la calidad educativa que ofrece el sistema público en México, y que no cumpla con las aspiraciones y anhelos de los jóvenes que la cursen”.

¿Qué porcentaje de jóvenes ingresa en la educación superior y posteriormente se dedica a la investigación o la docencia?
—En México, los jóvenes que entran en la universidad son pocos. De los que terminan la enseñanza media superior, más de 20% no ingresa en el nivel siguiente, y si pensamos que del total de los jóvenes de entre 19 y 23 años que hay en el país sólo un poco más de 25% cursa estudios superiores, no cabe duda de que el acceso a este nivel sigue siendo un privilegio. Si a esto le agregamos que el índice de eficiencia terminal de las instituciones de educación superior es cercano al 50%, las cosas se complican aún más, pues la situación que aparece ante nosotros es que son muy pocos los jóvenes mexicanos que tienen la oportunidad de cursar posgrados. Así que la investigación y la docencia tienen pocos elementos jóvenes de donde nutrirse. Y si además observamos que el mercado de trabajo académico es hoy muy cerrado y restringido en cuanto a las condiciones laborales que ofrece, es indudable que en la actualidad tanto las universidades como el quehacer científico y tecnológico nacional atraviesan por un momento crítico y su futuro está en riesgo.

¿Cómo afecta a las universidades el rezago educativo que se percibe en el país?
—Aquí es necesario distinguir entre universidades públicas y privadas. Las primeras tienen el deber y la responsabilidad de velar por el interés colectivo, y las segundas no. Ambos tipos de universidades se ven afectados por el rezago educativo. Las públicas porque, dada la dinámica demográfica del país, todavía marcada por un incremento en el número de jóvenes, cada vez son más los que se quedan fuera de la educación superior, y estas instituciones no pueden quedarse cruzadas de brazos ante esto. Por su parte, a las universidades “empresa” les afecta porque no crece el número de jóvenes que están en condiciones de solicitar sus servicios. Hay estudios que muestran que, desde un punto de vista económico, la demanda de educación superior en México es poco elástica, ya que para que ésta crezca no sólo es necesario abatir el rezago educativo a fin de que haya más egresados del nivel medio superior, sino que, para que los jóvenes se orienten hacia instituciones privadas, también se requiere transferirles recursos públicos para que puedan convertirse en “clientes”. Por eso hay tanto interés del gobierno y de los dueños de escuelas privadas en implantar medidas de financiamiento a la educación, como los vouchers. 

¿En qué condiciones se incorporan los jóvenes universitarios al mercado laboral?
—Cuando se habla de jóvenes, hacer generalizaciones es arriesgado porque incluso entre los universitarios hay mucha heterogeneidad. Sin embargo, en este caso puedo afirmar que en los tiempos que corren, los jóvenes, prácticamente todos, están ingresando en el mercado de trabajo con sentimientos de inseguridad y vulnerabilidad, y eso está siendo aprovechado por los empleadores para ofrecerles trabajos indecentes, tanto en términos de ingresos como de condiciones.

Es un hecho que el mercado laboral en México ya se ha flexibilizado. Además, ahora los estudiantes de licenciatura buscan trabajar antes de terminar su carrera, puesto que en todos lados les piden experiencia y por lo tanto deben apresurarse a obtener su “primer empleo”. Por cierto, este primer empleo se ha convertido en una especie de “novatada”, pues las condiciones de trabajo son pésimas pero se aceptan con tal de trabajar. En un libro que coordiné recientemente junto con José Antonio Pérez Islas, el cual se titula Jóvenes universitarios en Latinoamérica, hoy, puede leerse cómo esta situación no es privativa de nuestro país sino que está presente prácticamente en toda la región. Particularmente en México, el trabajo estable, con prestaciones y seguridad laboral, ya casi está extinto. ¿Cómo no van a ingresar los jóvenes al mundo del trabajo llenos de inquietudes e inseguridades?

¿Cómo repercute en la juventud la precarización por la que atraviesan las instituciones educativas del país?
—Una de las repercusiones más graves es la falta de estímulos para dedicarse a actividades académicas e incluso para cursar la educación superior. No sólo es difícil ingresar en las instituciones que los muchachos desean, sino que cuando logran hacerlo constantemente se enfrentan a la escasez de apoyos para el estudio. Además, el problema del desempleo y el subempleo afecta enormemente sus horizontes y abona los imaginarios y percepciones de pobreza e insuficiencia en cuanto a recursos y capacidades para enfrentarse a una realidad que cada vez se les muestra más competitiva y orientada hacia la exclusión. Estando así las cosas, la precarización de las instituciones afecta mucho a los jóvenes, quienes viven continuamente con sentimientos de                       carencia. Por supuesto, esto resulta funcional a los sistemas económicos y de poder que se están imponiendo en México, ya que si los jóvenes se perciben a sí mismos carentes y necesitados, están dispuestos a aceptar casi cualquier cosa que se les ofrezca. Para colmo, como la necesidad es justamente lo contrario de la libertad, pierden la libertad de participar en la construcción de un mundo diferente. Los chicos que se “liberan” se colocan en los “márgenes” de la sociedad y se les empuja a la violencia y a la delincuencia. Por cierto, en la actualidad la violencia juvenil se exagera y se pondera tanto que se ha convertido en estigma de la juventud contemporánea, la cual sin duda se está llevando la peor parte de las crisis y de los cambios que vivimos.    

¿Qué  panorama se vislumbra para este sector en los próximos años?
—El futuro de México es incierto, sobre todo porque no existe claridad respecto a un proyecto nacional. Por las acciones que se emprenden, sabemos que la clase dirigente, la política y las decisiones en materia económica nos están llevando hacia la construcción de un país sin pactos ni bienes sociales, y en donde las relaciones se basan en la competencia entre individuos. En este marco se ubican las actuales políticas oficiales que retiran el financiamiento a las instituciones educativas públicas. Si las intenciones de los grupos hegemónicos resultan exitosas, lo que podemos esperar es mayor polarización social y mayor diferenciación entre los jóvenes por sus condiciones socioeconómicas y culturales de origen, y también según sus trayectorias. Es decir, que las desigualdades de siempre se magnificarán y además están surgiendo nuevas desigualdades. Pero soy optimista y creo en la historia. Si revisamos lo que ha pasado en el país, reiteradamente han aparecido sujetos sociales que le han puesto un alto al autoritarismo de los gobiernos, y aunque los resultados no siempre han sido los que se hubieran querido, la orientación de la historia ha tomado nuevos rumbos.

Estoy convencida —de hecho hay investigaciones que así lo muestran— de que muchos jóvenes hoy están participando políticamente fuera de los canales tradicionales y están emergiendo otros espacios desde donde se gestan cambios promovidos por la juventud. Sin duda, las juventudes contemporáneas están innovando formas de participar en lo político.

¿Qué tanto está contribuyendo la academia a cimentar un mejor futuro para los jóvenes?
—Para ser honesta, creo que no estamos haciendo lo suficiente. Los académicos, tanto docentes como investigadores, hemos perdido de vista que nuestra principal responsabilidad son los jóvenes y la construcción de un mejor futuro. Estamos dedicados a realizar tareas que nos permitan llenar los formatos requeridos por los sistemas de evaluación, de los cuales, después de todo, dependen nuestro prestigio académico y nuestro poder adquisitivo. Poco hacemos por atender personal e institucionalmente las inquietudes y necesidades de los universitarios, y mucho menos para abrirles espacios y oportunidades de participación y decisión en lo que les compete.

En el terreno de su formación sí hacemos bastante, pues participamos en la docencia, y cuando menos les damos conocimiento e información. Pero, mientras los sigamos tratando como “menores” y les inculquemos el miedo al futuro, la competencia y el ¡sálvese quien pueda!, no será posible que la academia se construya como lo que debe ser: un espacio público donde se ejerce la crítica y se plantean opciones. Ojalá que los adultos que creemos en la educación pública hagamos lo propio para defenderla; por supuesto, junto con los jóvenes.

También en el campo de la investigación la academia está haciendo algo. En México, principalmente en las instituciones de educación superior, las investigaciones sobre la juventud se están consolidando y actualmente ya hay un núcleo, más o menos numeroso, de estudiosos del tema que cuenta con reconocimiento internacional y que se ha afanado por participar en el diseño y la discusión de políticas públicas que atañen a los jóvenes. Sin embargo, cabe señalar que los funcionarios públicos y las instituciones encargadas de desplegar políticas en materia de juventud en México poco toman en cuenta, desconocen y hasta inhiben la participación y las recomendaciones de los investigadores.  

* Doctora en sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, María Herlinda Suárez Zozaya es autora de Juventud en Morelos:
Paraísos secuestrados; Jóvenes mexicanos y nuevo capitalismo; Desafíos de una relación en crisis: juventud y educación en México; Juvenilización de los estudiantes universitarios y los vuelcos de lo público de la universidad, entre otras publicaciones. Actualmente, sus líneas de investigación son “jóvenes y universidad”, “gestión social de la educación superior” y “universidad y desarrollo local”.