Abril de 2009
Año V, Número 40


Las remesas no tienen una existencia por sí mismas; se les estudia a partir del fenómeno migratorio: Genoveva Roldán
 
“Las fallas del modelo económico mexicano se relacionan con varias aristas de la economía nacional; aunque no podemos referirnos a todas ellas, sí es posible destacar las que más han perjudicado al país por su impacto en el fenómeno migratorio y el envío de remesas. El depositar parte importante del crecimiento de la nación en el petróleo y en la exportación de manufacturas producidas por trasnacionales en México, así como el abandono del campo mexicano y el escaso desarrollo tecnológico de nuestra economía, son algunas de las fallas que ha tenido nuestro modelo económico, aunadas todas ellas al crecimiento de la deuda tanto externa como interna”, explicó en entrevista Genoveva Roldán Dávila, especialista del Instituto de Investigaciones Económicas.

Al conversar con Humanidades y Ciencias Sociales sobre los efectos sociales y económicos de la migración en México, Roldán Dávila destacó las deficiencias estructurales del modelo económico mexicano y las secuelas que de éstas se derivan. “Son muchas las aristas en las que podríamos concentrarnos. En el caso específico de la migración, existe una falla fundamental: la incapacidad de generar empleos; pero no sólo de generar empleos en abstracto, sino bien remunerados. Lo anterior, desde mi punto de vista, mantiene una relación muy estrecha y directa con este fenómeno. Habrá otros analistas que consideren lo contrario; por ejemplo, que subrayen que la migración obedece simplemente a una decisión individual de los migrantes, a un acto de racionalidad económica. Muchos de los estudios realizados por estos especialistas dejan de lado —o no consideran— el contexto del individuo al tomar esta decisión. Para mí, la decisión de migrar no se toma libremente: obedece a factores que se originan en la vida que lleva un individuo y en la que desea llevar”.

 De acuerdo con la investigadora, no hay igualdad de condiciones en la realidad mexicana y en la estadounidense. “En el momento en el que la economía mexicana esté en el mismo nivel de desarrollo que la del país vecino, la persona que decida emigrar lo resolverá libremente. Hará un balance de lo que le ofrecen las dos naciones y optará por la que le parezca mejor. Mientras siga existiendo esa desigualdad de condiciones, la elección no será del todo libre”.

El incremento de los índices de migración, junto con los problemas que derivan de este fenómeno, proviene del modelo económico instalado en México desde los años ochenta, aunque ésta no es la única razón. Según señaló Genoveva Roldán, “en el modelo de sustitución de importaciones, implementado después de la Segunda Guerra Mundial y que finalizó hacia los años setenta, tampoco se generaron empleos suficientes y bien remunerados. Se trata de un fenómeno —la migración— que data de finales del siglo xix, pero que se incrementó a partir de las debilidades de ese modelo económico. Aunque son dos etapas diametralmente opuestas, en cuanto a las políticas económicas aplicadas, a las características del proceso de acumulación de capital y de industrialización, coinciden en lo tocante a su incapacidad de generar más y mejores empleos, además de bien pagados”.

Para comprender las características del modelo migratorio actual, es necesario remontarse a su historia y analizar el impacto de la tradición migratoria, que se conserva en diversas regiones del país, y los vínculos contemporáneos que se establecen con el mercado laboral que los requiere. En palabras de la investigadora: “reconocer las rutas migratorias y el carácter histórico de las mismas, así como delimitar las zonas que se están incorporando” es de vital importancia para el abatimiento de esta problemática. Aunque el fenómeno migratorio es centenario y ha evolucionado a través de los años, fue durante la década de los setenta cuando México ocupó el cuarto lugar entre los países de origen de los inmigrantes en Estados Unidos y en 1980 alcanzó el primer lugar. “Mientras —señaló Roldán Dávila— en 1970 residían en Estados Unidos 800,000 mexicanos documentados, para 1990 la cifra se había incrementado a 4.5 millones aproximadamente; y para 2006 aumentó a 5.4 millones. Además de éstos, 6.5 millones de connacionales indocumentados viven en el país vecino, lo que da un total aproximado de 12 millones de mexicanos en Estados Unidos”.

“La acelerada evolución de este fenómeno encuentra una de sus principales explicaciones en la falla estructural del modelo económico aplicado en México. A partir de los setenta, la reestructuración del sector industrial mexicano se sostuvo en un modelo que, si bien no erradicó la dependencia económica que se tenía de la exportación de materias primas, sí favoreció la exportación de productos manufacturados. Sin embargo, estas manufacturas no provenían de marcas hechas en México, sino de las trasnacionales que se habían instalado en nuestro territorio. A raíz de ese proceso de reestructuración económica mundial, las grandes potencias aprovecharon la posibilidad de ubicarse en países como el nuestro para favorecerse con su mano de obra y servicios a muy bajo costo. De esta manera, lo que parecía una solución —las maquiladoras— ha derivado en limitados beneficios para el conjunto de la sociedad y en una fuga de capital muy importante para nuestro país”.
 
¿Cómo repercute este modelo en la migración?


—El hecho de que gran parte del crecimiento económico de México se haya depositado en sectores inestables y volátiles —como el sector financiero y el manufacturero-maquilador— ha propiciado un incremento considerable de muchos de los problemas que se padecen en el país, incluido el de la migración. Para empezar, no se generan los empleos necesarios, y los que sí se generan ofrecen salarios muy bajos.

Otro elemento que favoreció esta situación fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan). Con la firma de este tratado se dio una apertura económica que, aunada a la instauración de empresas extranjeras en México, eliminó los encadenamientos productivos que existían anteriormente en el país. La industria automotriz, por ejemplo, de la que se nutría una parte importante del sector de autopartes y que era altamente empleadora de fuerza de trabajo, se vio mermada considerablemente; lo mismo ocurrió con la industria petroquímica y la minería. Esto derivó en una incapacidad económica para generar empleo y atraer fuerza de trabajo. Si el problema no es más grave hoy en día, es debido a la disminución de la tasa de natalidad y a la migración.

Por todo lo anterior, un número considerable de mexicanos decide salir del país. Desde mi perspectiva de estudio, la migración no establece una relación directa con la marginalidad de la pobreza o la falta de empleo en el país, sino con las necesidades del mercado laboral en los Estados Unidos. La reconversión de ese modelo productivo provocó y aceleró el crecimiento del flujo migratorio. Son los empleadores estadounidenses los que, a través de diversas redes —ya sean de migrantes o empresariales—, han promovido y acelerado el flujo migratorio.

¿Por qué las remesas se convirtieron en una de las principales fuentes de ingreso en México? ¿A qué factores obedece este fenómeno?

—Las remesas son un fenómeno que debe acotarse, pues con frecuencia se les quiere dar un papel cualitativo, en dimensiones y espacios económicos globales, de alto impacto. Pretender igualarlas a las entradas de inversión extranjera o los ingresos petroleros y de ahí atribuirles la posibilidad de impactar o influir en el desarrollo económico del país es, cuando menos, un error analítico. Su importancia en el Producto Interno Bruto es apenas de un 3%, el cual se atomiza en alrededor de 72.6 millones de transacciones, con un monto promedio de 346 dólares. De tal manera que pretender encontrar en ellas un impacto en la economía en su conjunto es muy temerario; en realidad, su impacto se aprecia en el apoyo económico que brindan a las familias de los migrantes. Por ello, hacer aquellas comparaciones resulta errado.

Las remesas no pueden analizarse si no se les vincula con la migración, ya que no tienen una existencia autónoma; se les estudia a partir del fenómeno migratorio y del comportamiento que éste manifiesta. Para que alcancen magnitudes o expresiones mayores, es necesario que la circulación migratoria tenga más presencia. Mientras ésta se estanque a partir de los programas de bloqueo de la frontera y de toda la campaña que se hace en contra de los migrantes desde Estados Unidos, su influencia disminuirá.

Las remesas, por tanto, están estrechamente vinculadas con el compromiso que el migrante establece con su familia para brindarle apoyo económico. Dicho apoyo se dirige, en más de un 70%, a resolver las necesidades inmediatas y básicas de la familia; el siguiente rubro de importancia al que se canalizan las remesas es el gasto en vivienda (compra, mejora, ampliación o construcción). Algunos autores identifican las remesas como un “fondo salarial”; de ahí que el depositar en ellas la posibilidad del desarrollo económico resulte bastante complicado para que se convierta en realidad. Las remesas fundamentalmente se transfieren para resolver los problemas inmediatos de la familia, es decir, para su supervivencia; en un porcentaje menor, se destinan a la educación, el transporte o la vivienda. De ahí su importancia.
 
¿A cuánto ascienden estos envíos y cuánto han decrecido a raíz de la actual crisis económica?

—En 2007, las remesas alcanzaron los 26,076 millones de dólares, cifra que descendió a 25,145 millones en 2008. Todavía entre el 2005 y el 2006, el crecimiento de las remesas se había mantenido en una tasa por encima de los dos dígitos; tan sólo de 2002 a 2003 fue alrededor de 53%. Desde 2004 se mantiene una disminución paulatina en su tasa de crecimiento: 21.9%, 18.3%, 17.9% y de 2.0% en 2007.

Lo anterior se relaciona con el comportamiento del flujo migratorio. En promedio, se calculaba en 800,000 el número de mexicanos que emigraban al año; a partir de 2005 este fenómeno empezó a decrecer, y el flujo migratorio se calcula alrededor de 500,000, con tendencia a seguir disminuyendo.

Es importante señalar que el mayor impacto que ha tenido la caída de las remesas ha sido en algunas entidades federativas. De acuerdo con información proporcionada por el Banco de México, es en el Distrito Federal donde más se ha reducido el flujo de las remesas; su caída se estima en un 19.6%. Las entidades que le siguen son: Tabasco, con una caída de 13.9%; Hidalgo, con 13.5%; Chiapas, con 11.7%; Zacatecas,  10.5%; Baja California Sur, 9.6%;  Campeche, 8.1%; y Nuevo León, con un 7.7%. En Aguascalientes y Veracruz, la disminución de la recepción de remesas ha sido cercana al 7%.
 
Se estima que más de 500 municipios en México viven de las remesas. ¿Qué les espera a esas regiones con el posible regreso de sus connacionales?
—Efectivamente, alrededor de 516 municipios (21% del total) son de alta o muy alta intensidad migratoria, y en ellos la disminución de las remesas impactará directamente en el consumo. Por ello, diversas empresas, como Copel, han planteado la reducción de su crecimiento, en este año, hasta en un 40%; ya que se han constituido en el comercio abastecedor de las familias de los migrantes. Estos comercios o tiendas se encuentran en regiones receptoras de remesas y recuerdan un poco las tiendas de raya, pues el pago de las remesas se efectúa en esos lugares. Así, las familias de los migrantes que acuden por el envío, son presionadas para realizar sus compras en dichos establecimientos. Además de ser castigadas con el tipo de cambio, las remesas se quedan —buena parte— en este sector comercial. Los municipios receptores de remesas fundamentalmente se localizan en zonas rurales, y en más de un 40% son los hogares ubicados bajo la línea de pobreza los que las reciben. Como la recepción de remesas está estrechamente vinculada con los sectores pobres y de clase media baja, serán ellos los que verán impactadas sus posibilidades de consumo. Aunado a lo anterior, el posible regreso de los inmigrantes agrava el problema, ante la incapacidad de la economía mexicana de ofrecerles empleo.

El retorno de connacionales es un fenómeno que se ha incrementado significativamente a raíz de la actual crisis económica. Al agudizarse el desempleo en los Estados Unidos (donde la cifra de desocupados ya se acerca a dos dígitos y hay cerca de seis millones de personas que reciben subsidio de desempleo), la comunidad latina —particularmente los mexicanos— que reside en ese territorio se ha visto fuertemente afectada. Uno de los sectores en donde la crisis ha golpeado más es el de la construcción. Ahí se observa que el desempleo afecta a nuestros compatriotas, ya que cerca del 13% de los trabajadores de la construcción son mexicanos. Otro de los sectores perjudicados es el de los servicios, donde la migración de connacionales se encuentra altamente concentrada (57.5%). En consecuencia, el empleo de los mexicanos en Estados Unidos ha sido extremadamente sensible al comportamiento del ciclo económico.

Se trata de fenómenos —migración y repatriación— que no tienen un efecto inmediato, sino que se van procesando a partir de la crisis. En cada caso adquieren diferentes dimensiones y referentes, por lo que las autoridades involucradas deben tratar de evitar que se desaten mayores conflictos sociales. ¿A qué me estoy refiriendo con esto? Es probable que ante la situación actual, muchos estadounidenses estén dispuestos a retomar trabajos que en otros momentos se negaban a aceptar, ya sea por las tareas de las que se ocupaban o por los salarios que en ellos se perciben.

Todavía estamos en una etapa en la que difícilmente se pueden delimitar los efectos que esta crisis desatará en la migración. De momento se descartan regresos masivos a México; entre otras razones, porque tampoco aquí habrá posibilidades de empleo. Pese a ello, es probable que muchos migrantes retornen, pues mantenerse en Estados Unidos, sin empleo y por un largo periodo, no es sencillo de resistir.

¿En qué condiciones laborales y sociales viven los mexicanos que emigran a Estados Unidos?
—Los mexicanos en Estados Unidos son quienes enfrentan las peores condiciones de pobreza; aun entre los mismos latinoamericanos, ellos reciben el salario más bajo, carecen de seguridad social y de apoyos que les permitan sortear la crisis. Su ingreso por hora equivale a la mitad de lo que perciben los nacidos en Estados Unidos. La desventaja de ser mexicano, en el mercado laboral estadounidense, es muy pronunciada.

Los migrantes mexicanos son de los más pobres dentro de la Unión Americana, incluso en comparación con los migrantes de otros países latinoamericanos. Esto se explica porque la preparación de los mexicanos que van hacia Estados Unidos es más escasa  que la que poseen los migrantes de otros países sudamericanos y centroamericanos. El otro elemento es que los “nichos” de mercado que ya están reservados para la fuerza de trabajo mexicano corresponden al nivel más bajo y son de los peor pagados.

Después de la India, México es el país que más fuerza de trabajo calificada envía a Estados Unidos —doctores, maestros, etcétera—; pero la cifra que manda es apenas el 8% del total de mexicanos que se van a ese país, es decir, el 92% de los mexicanos se encarga de abastecer el mercado de trabajo con mano de obra no calificada. Ello explica por qué la mayoría de los mexicanos migrantes percibe los salarios más bajos y por qué se encuentran en las peores condiciones económicas y sociales en los Estados Unidos.

¿Quién o quiénes velan por sus intereses y su bienestar? ¿Qué políticas o programas de asistencia se requieren en este momento?
—México es el país que cuenta con la mayor red de consulados en Estados Unidos —más de 40, distribuidos en la Unión Americana—; lamentablemente, la atención y protección que brindan a los migrantes es bastante limitada. Son pocas las acciones que el gobierno mexicano emprende en los consulados para velar por los intereses y el bienestar de los migrantes.

Sabemos que el número de muertos en el tránsito hacia los Estados Unidos se ha incrementado paulatinamente, y que el gobierno mexicano no ha sido capaz de establecer relaciones bilaterales adecuadas que regulen el flujo de migrantes, sin incurrir en violaciones a sus derechos humanos. El gobierno norteamericano no quiere impedir o detener la inmigración, sino regular el mercado, sin importar el costo social que ello involucre. Por ello insisten cotidianamente en que lo que hay que detener es la migración “ilegal”, concepto que para mí es absolutamente falso y equivocado. Ellos no son “ilegales”; han cometido una falta administrativa. Son indocumentados, pero no son “ilegales” porque no son criminales; ellos no han cometido ningún ilícito, han incurrido en una falta administrativa.

Cuando se les cataloga como “ilegales”, lo que se hace es criminalizar un fenómeno de orden económico, que tiene sus raíces en una problemática del mercado laboral de Estados Unidos y en los desequilibrios de la economía mexicana. Ahora bien, los mecanismos que se han empleado para controlar este flujo, más que regular el tránsito de migrantes, lo que han propiciado es que las rutas migratorias tradicionales se dificulten aún más. Si en esta temática el gobierno mexicano no ha tenido la capacidad —ya sea porque no ha querido o porque los intereses que defiende no se lo permiten— de enfrentar las condiciones en las que se da el tránsito, menos aún podrá defender o proteger los derechos laborales, sociales y políticos de los mexicanos en Estados Unidos.

En cuanto a los organismos encargados de velar por su bienestar e intereses, existen numerosas ong’s, muchas de ellas de carácter religioso que, apostadas en la franja fronteriza, se encargan de proteger algunos de los derechos de los migrantes. Son organismos que tienen una gran tradición en la protección de los derechos humanos de los migrantes.

¿Qué le depara a México de seguir depositando en los migrantes el crecimiento y desarrollo económico del país, en especial el de aquellas regiones de las cuales proceden?
—Le depara un futuro muy incierto, porque si hay algo que afecta el funcionamiento del mercado es la especulación y la inestabilidad, situación que continuamente se percibe en el proceso migratorio. El depositar en la economía de Estados Unidos la posibilidad de acceder a un empleo o a un mejor nivel de vida, ha sido uno de los errores más graves que se han cometido en esta materia, pues además de fomentar una dependencia económica hacia el país vecino, ha propiciado que la estabilidad y el crecimiento de nuestra economía se vean condicionados por los que alcance aquella nación.

Entonces, lo que se consideraba como un proceso de globalización —que nos permitiría crecer y que simbolizaba un avance hacia la homogeneidad— resultó ser lo contrario. La situación económica que enfrenta hoy en día nuestro país, es una consecuencia de haber confiado su crecimiento en el de una economía ajena. Por esta razón, la economía mexicana ha crecido al nivel más bajo de toda América Latina, porque su ciclo económico depende permanentemente del de Estados Unidos. En diversos estudios ya se afirma que la primera década del siglo xxi será una nueva “década perdida” para el crecimiento y el desarrollo de nuestro país, el cual una vez más se ve postergado.

Sin duda, el panorama es bastante incierto; tendríamos que estar caminando en la dirección contraria. ¿Cómo rehabilitarnos? ¿Cómo reconstruimos un proyecto nacional de crecimiento de la economía que no esté sujeto a una economía ajena? Dependemos, en cuanto a lo exportado, en cuatro quintas partes de la economía de Estados Unidos;  lógicamente, si ésta cae, nosotros caemos. ¿Seguimos siendo un país de niños? ¿Seguimos siendo tan menores de edad como economía que no asumimos ninguna responsabilidad frente a lo que le sucede a nuestro país? Esto da mucho para reflexionar y para que realmente los mexicanos nos replanteemos cuál es el modelo económico que se ha aplicado y cuál es el que debe instrumentarse para abatir estos grandes problemas.

Genoveva Roldán Dávila es doctora en economía internacional y desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid.  Las líneas de investigación que maneja son globalización y desarrollo, procesos de integración y migraciones laborales internacionales.

 Es coautora de “El mercado laboral de México” (en México: Pasado, presente y futuro); Segundo informe sobre las violaciones a los derechos humanos de los trabajadores migratorios mexicanos en su tránsito hacia la frontera norte, al cruzarla y al internarse en la franja fronteriza sur norteamericana; “Migración y derechos humanos de los trabajadores mexicanos” (en La gran frontera), y “El fenómeno migratorio entre México y Centroamérica” (en Los espacios de reserva en la expansión global del capital. El sur-sureste mexicano de cara al Plan Puebla-Panamá), entre otros artículos especializados.