Febrero de 2009
Año V, Número 38


Editorial

El pasado 7 de enero, después de noventa y un años de fructífera vida, Ernesto de la Torre Villar dejó de existir. Humanista cabal, fue maestro de generaciones y ninguno de quienes lo conocieron dejó de admirarlo y quererlo. Bibliófilo, amó los libros, consecuente con su acabada formación literaria. Humanidades y Cien-cias Sociales le hace un homenaje presentando el extracto de una entrevista inédita que el doctor De la To-rre concedió para hablar de algunos pasajes de su vida y de su obra.

El 2009 inició con una severa crisis económica que se ha expandido aceleradamente entre todas las economías que interactúan con el sistema bancario estadounidense. El reportaje De la crisis financiera mundial, a la recesión, el desempleo y la pobreza nacional. México: ¿resiente la crisis o subsiste en ella?, da cuenta de este fenómeno y las repercusiones que tendrá en nuestro país.

Por otra parte, se ofrece el reportaje América en la cartografía. Martin Waldseemüller, 1507-2007, el cual aborda la importancia de este cartógrafo y los actos realizados para conmemorar los quinientos años de su principal aportación. "El principal legado de este plano y de la obra que lo acompaña, es sin lugar a dudas la descripción que se hace del lugar América y la denominación del mismo".

Asimismo, se incluye una entrevista con José Muchnik, director de Investigaciones en el Institut Na-tional de la Recherche Agronomique (INRA) de Francia, quien habló sobre el origen y la evolución del sistema agroalimentario, así como de las perspectivas que se tienen del mismo; y una pequeña muestra de la exposición fotográfica La colonia Roma en el tiempo, la cual se exhibe actualmente en la Casa Universitaria del Libro.


La enseñanza es la transmisión sincera de los conocimientos y de la amistad

Ernesto de la Torre Villar

El pasado 7 de enero, después de noventa y un años de fructífera vida, Ernesto de la Torre Villar, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas, dejó de existir. Humanista cabal, fue maestro de generaciones y ninguno de quienes lo cono-cieron dejó de admirarlo y quererlo. Bibliófilo, amó los libros, consecuente con su acabada formación literaria. Humanidades y Ciencias Sociales le hace un homenaje, presentando el extracto de una entrevista inédita que el doctor De la Torre concedió para hablar de algunos pasajes de su vida y de su obra.

Los ojos del historiador se avivan cuando los recuerdos llegan. Uno supone que esa misma emoción lo atrapa cuando se sienta en su mesa de trabajo para ordenar un nuevo capítulo de la historia de México, a la cual ha dedicado toda su vida. Toma una bocanada del húmedo aire del Olivar de los Padres, donde se encuentra su casa, y sintetiza toda una etapa de su vida entremezclando sus años de escolar con la estampa que guarda de aquella ciudad de México de la primera mitad del siglo XX.

"Mis padres decidieron dejar Tlatlauqui, mi pueblo natal en Puebla, cuando apenas tenía dos años. Compraron una casita en San Cosme, muy cerca de Mascarones. En ese barrió crecí y tomé las primeras letras en una escuela pública. Luego ingresé al Colegio Francés de Alvarado, y esto fue esencial en mi vida porque muy temprano descubrí mi lado francófono y francófilo. Después fui alumno en la ya histórica Escuela Nacional Preparatoria, en San Ildefonso".

"Es el momento en que Calles se convierte en el jefe máximo de la Revolución e impone normas que empiezan a crear serios conflictos sociales, como el religioso y el de la educación socialista. Aun así, considero que la vida era tranquila en la ciudad".

"El cine fue la diversión fundamental para los estudiantes de mi edad. Veíamos principalmente películas norteamericanas: Tom Mix, las del Gordo y el Flaco y las de Chaplin. La función costaba 25 centavos y los viernes podía uno pasarse toda la tarde en el cine, porque además de la proyección se presentaba un músico o un cantante para atraer más gente. Allí iban a cantar Juan Arvizu, quien pasó a la posteridad como 'la voz de seda'; el doctor Esparza Oteo, autor de 'Un viejo amor'; el doctor Alfonso Ortiz Tirado, espléndido tenor, y Lucha Reyes".

"El teatro era sólo para los muchachos de dinero, pocos podían acceder a él. Después llegó el Bataclán, un espectáculo francés que se presentaba en el teatro Iris. Era caro pero algunas veces tuve la oportunidad de asistir en el lugar más barato, que era la galería".

"Por esos años tomaron auge los teatros de revista, de acceso popular, y cuya figura más importante fue Roberto Soto, mejor conocido como el 'Panzón Soto', quien era un excelente cómico; parodiaba al Bataclán con un espectáculo que llamó el 'Rataplán mexicano', con canciones y tiples mexicanos. Las revistas eran diversión e ironía política en contra de los sindicatos y de los gobernadores. Sin embargo, se trataba de una diversión familiar, muy sana. Uno podía invitar a una muchacha a gozar de la función sin ningún problema".

"Eran tiempos en que el centro de la ciudad concentraba todo y todo era cercano, más en lo que se refiere a los centros de educación: la preparatoria estaba enfrente de la Facultad de Derecho; la de Filosofía y Letras estaba en la calle de Licenciado Verdad; la de Medicina frente a la plaza de Santo Domingo; y luego otras facultades en calles cercanas. Desayunábamos en los cafés de chinos, donde se podía tomar un vaso de leche con pan por 15 centavos. También estaba el café París, donde nos reuníamos los intelectuales, los que estábamos inclinados por las humanidades y las artes. El centro de la ciudad de México era una verdadera colonia de estudiantes".

En 1944, Ernesto de la Torre Villar empezó su labor magisterial en la Escuela Nacional Preparatoria. Un año des-pués, inició su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; de esta manera retribuyó muy sobradamente su formación en esas aulas donde hizo amistades definitivas.

"La preparatoria significó para mí y para todos los de mi generación, un tránsito muy importante. En realidad fue allí donde empezamos a hacer la Universidad. Allí unificábamos los conocimientos necesarios para continuar. Fue el momento en que hicimos los camaradas que continuaron acompañándonos en otras etapas de nuestros estudios y de nuestras vidas. Y aunque el pulso de nuestras distintas vocaciones nos hizo escoger carreras distintas, permaneció esa atracción grupal".

"Recuerdo que yo había hecho una sólida amistad con los hermanos Ramírez Vázquez, quienes formaban una familia numerosa. Cada uno de ellos siguió una carrera distinta: Pedro estudió arquitectura; dos de sus hermanos, leyes; otro, medicina. Yo me decidí por estudiar dos disciplinas, derecho y letras. Aquella tropa de amigos que se generó en la preparatoria, y de la cual formaron parte los Ramírez Vázquez, se nutrió de más gente cuando saltamos a nuestras respectivas facultades. Aún quedan remanentes de esa cofradía: todos los años nos reunimos para comer; reuniones a las que llegaron a asistir hasta trescientos compañeros. La última que se realizó fue poco concurrida: sólo acudieron a la cita treinta amigos. Yo fui de los faltantes, ya no estuve en condiciones de poder asistir".

Desde temprana edad, el viaje y la excursión fueron una de sus constantes pasiones. A través de ellas, el doctor De la Torre se adentró en la comprensión de la vida de México no sólo remitiéndose a los documentos históricos, sino palpando la problemática de las ciudades y de la zona campestre que rodeaba a la capital de México. Después realizó investigaciones en archivos, bibliotecas y museos de Francia, Bélgica y España, donde obtuvo su doctorado y donde no desaprovechó ocasión de caminar por sus áreas naturales.

"Cuando seguí estudiando historia y me casé y me fui a Europa con mi mujer, Esperanza Yarza, geógrafa de profesión, excursionamos cuanto pudimos. Seguí alimentando una afición que inicié desde niño en México. Subimos el Mont Blanc y los Alpes. A mi mujer le interesaba mucho ir a los volcanes y escribir sobre ellos; compartimos la afición. Más tarde ella escribiría su libro Los volcanes de México".

"Algo que sin duda nutrió mi inclinación por las andanzas y las peregrinaciones, es que siempre me gustaron los libros de viaje. Muchos mexicanos supieron captar muy bien el mundo europeo; por ejemplo, la generación del Ateneo de la Juventud, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Francisco A. de Icaza. Ellos recorrieron Europa, principalmente España, y dejaron una deliciosa constancia de su paso por las ciudades que visitaron".

"Yo creo que el viaje es una lectura permanente del mundo que nos rodea, permite el asomo a latitudes diferentes que amplían nuestros conocimientos. Es una forma de conocerse, porque define el encuentro y la comprensión del otro. Todo viaje es alimento".

"Por ejemplo, cuando entré al mundo universitario de Francia, tuve la suerte de tener excelentes maestros, como Jauvert Riccard, Marcel Bataillon, Paul Rivet. Con ellos cultivé una amistad franca y duradera. Ese contacto con los investigadores de muchas materias en Europa, resultó muy benéfico. Realmente pienso que la amistad personal que mantuve con estos maestros ha sido una cosa impagable, porque son gente de primerísima categoría".

"Mantuve largas charlas con ellos sobre lo que estaban trabajando en ese momento. Me recomendaban libros que yo leía con entusiasmo. Eran una especie de guía segura que me permitía ingresar al mundo de la cultura europea. Eso me reveló la manera de conducir a mis alumnos: hablo con ellos, les platico sobre mis trabajos, luego los remito con colegas que los pueden orientar y nutrir en sus estudios. La enseñanza es la transmisión sincera de los conocimientos y de la amistad".

"Conservo varios amigos en Europa con los que me escribo, entre ellos François Chevalier, con quien me di el gusto de viajar en moto en una ocasión que visitó México".

Don Ernesto fue un miembro distinguido de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1945 comenzó su carrera docente en la Facultad de Filosofía y Letras, para continuar una larga trayectoria como profesor tanto en la UNAM, cuanto en otras universidades nacionales y del extranjero. En 1967 fundó el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, del cual fue director, y en 1981, el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de la de Historia.

Su labor como historiador se caracterizó principalmente por el rescate de textos históricos en innumerables acervos y bibliotecas de México, Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. De esas concienzudas investigaciones surgieron libros como: Las fuentes francesas para la historia de México y la guerra de intervención, Los Guadalupes y la Independencia, Testimonios históricos mexicanos en los repositorios europeos, En torno al guadalupanismo, Testimonios históricos guadalupanos y los cinco tomos de Lecturas históricas mexicanas.

De este último libro, ya clásico en la historiografía mexicana, el doctor De la Torre recuerda cómo lo formó y se editó:

"En España hice amistad con Claudio Sánchez Albornoz y Carmelo Santamaría y otros historiadores más. Discutíamos ideas, exponíamos proyectos, hablábamos de libros. Entonces Carmelo y un discípulo de Sánchez Albornoz, cuyo nombre ahora escapa a mi memoria, me enseñaron un libro que acababan de hacer; se llamaba Lecturas históricas españolas, era pequeño, como de trescientas páginas. Habían reunido en él lo que pensaron era lo mejor para conocer la historia de España en un volumen corto. Me lo regalaron, aún lo conservo en mi biblioteca".

"Pensé que debía existir un trabajo similar para México, y me dediqué a reunir el material. Reuní documentos frenéticamente y me fui de bruces por la cantidad de material que pude compilar. El libro aquel de mis amigos españoles era de trescientas páginas. El mío, en cambio, abarcaba más de quinientos folios sólo el primer volumen. Pensé: 'nadie querrá publicar un libro de esta extensión'".

"Tiempo atrás había conocido en El Colegio de México a don Martín Luis Guzmán. Un día le conté sobre el libro: 'Mire, estoy preparando una antología sobre la historia de México, a ver si tiene público'. Y me dice Martín:

-¿Lo traes allí?

-Sí, el primer volumen.

-Ah, no; enséñame todos los que tengas -me contestó, y se quedó con el que llevaba.

La siguiente vez que lo vi, me dijo:

-Tráeme todos los volúmenes de tu antología, yo los voy a publicar. Si todos hiciéramos una obra como ésta, tendríamos ya una historia completa de México".

"Martín era muy listo para los negocios. Fue el alma de la editorial Empresas Editoriales, y tuvo el acierto de poner al frente de ella a Rafael Giménez Siles, un español exiliado en México que era muy entusiasta, a todos les daba ánimos para publicar. Él me dio mucho aliento con Lecturas históricas mexicanas, de las cuales ya se hicieron cuatro ediciones".

"Nos hicimos muy amigos, nos visitábamos constantemente. Martín era un hombre distinto, muy del corte de su generación, muy a la manera de Alfonso Reyes. Fue valiente, decidido, se arrojaba a todo sin ningún temor; por eso publicó mis Lecturas… Ningún otro editor lo hubiera hecho".

El doctor De la Torre no cesó de trabajar un solo momento. La pasión le encendía la mirada cuando se le preguntaba de sus nuevos proyectos.

"Ahora estoy trabajando una antología del ensayo histórico. Trato de presentar el ensayo no nada más como una pieza literaria, sino como un conjunto de escritos que surgen desde el siglo XVIII y que señalan el rumbo que el país debía tomar políticamente. Recupero textos de Fray Servando, de Lucas Alamán y muchos más, correspondientes a los momentos cumbres de la historia de México, de la Independencia hasta la Revolución Mexicana. Rescato papeles de Hidalgo y Morelos, textos de la intervención norteamericana, de la guerra con Francia, de la Reforma".

"Cuando se lea el libro y ese hipotético lector llegue al periodo de la Revolución, se dará cuenta de que hay una declaratoria. Apreciará que la nación habla para decir: 'esto es lo que he estado buscando por tantos años, esto es lo que quiero ser'. En resumen, se trata de un recorrido por el desarrollo mental e histórico del país a través del pensamiento de sus principales actores. Entonces aparecen Fray Servando, Hidalgo, Morelos, Juárez, Lafragua, Zar-co, Ocampo y algunos conservadores, porque también ellos jugaron un papel importante durante esos periodos.

"Junté material para dos volúmenes: el primero ya está impreso; el otro todavía se está corrigiendo. Desde luego, los edita la Universidad".


Documentalia

Inauguró ayer el presidente de la República la Universidad*

LA PROCESIÓN UNIVERSITARIA. PROTESTA EL RECTOR.

PRESENTACIÓN DE LOS DELEGADOS DE UNIVERSIDADES EXTRANJERAS. LUNCH-CHAMPAGNE.

El acto más importante con que la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes contribuyó para celebrar el primer centenario de nuestra Independencia, se efectuó ayer en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria.

En el sitio indicado, reunidos el primer magistrado de la nación, los secretarios de Estado, representantes de las universidades del mundo, doctores de la nueva institución, delegados y diplomáticos extranjeros y numerosos invitados, el general Díaz declaró solemnemente inaugurada la Universidad.

EL ANFITEATRO

Artística, notable y bella obra de arquitectura es el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. Su estilo colonial recuerda los edificios que en la época de la dominación española levantaron nuestros conquistadores. El anfiteatro es una verdadera joya de arte; lo que en otros tiempos hubiera costado años para lograrla, hoy se hizo en un lapso relativamente corto.

Todo el hermoso salón es de cemento armado, con nuevos revestidos de piedra artificial y columnas de cantera primorosamente labradas.

La gradería, también de cemento, está de tal manera dispuesta, que de todo lugar se ve y oye perfectamente. Las modernas butacas de hoy serán más tarde sustituidas por sillones de la época y harán armonía con el tallado de las puertas, ventanas y gran órgano que a Alemania se ha mandado construir.

LOS LUGARES DE HONOR

La plataforma fue ocupada por el señor presidente de la República, general don Porfirio Díaz; don Enrique C. Creel, secretario de Relaciones Exteriores; don Olegario Molina, secretario de Fomento; don Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes; general don Manuel González Cosío, secretario de Guerra y Marina; don Leandro Fernández, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas; don Ezequiel A. Chávez, subsecretario de Instrucción Pública; y don Federico Gamboa, subsecretario de Relaciones y Estado Mayor del presidente y ministro de la Guerra.

En el ala izquierda tomaron asiento los representantes de las siguientes universidades:

Profesor Ernesto Martinenche, profesor doctor Louis Capitán, Mr. Charles Lesca, de la Universidad de París; doctor Benjamín Ide Wheeler, de la de California; profesor doctor James Mark Baldwin, de la Universidad de Oxford; señor cónsul Henri Perret, de la Universidad de Ginebra; señor don Telésforo García y señor licenciado Manuel García Álvarez, de la Universidad de Oviedo; doctor Alfred Marston Tozzer, de la Universidad de Harvard; Mr. Thomas Barbour, de la misma; profesor doctor Ernest C. Moore, de la Universidad de Yale; profesor doctor Evelio Rodríguez Lendián y profesor doctor Juan M. Dihigo y Mestre, de la Universidad de La Habana; profesor doctor Leo S. Rowe, de la Universidad de Pensilvania; señor licenciado José Romero, de la Princeton; profesor Franz Boas y Mr. Victor M. Braschi, de la Universidad de Columbia; profesor doctor Eduardo Sejer, de la Friedrich-Wilhelms Universität, Berlín; Mr. Robert J. Keré, de la Universidad de Northwestern; Hon. Arnold Shanklin, de la de Washington; doctor Albert J. Ochsner, de la Universidad de Illinois; doctor Thomas Frederik Grane, de la de Cornell; Mr. Burton W. Wilson, de Nebraska; doctor Charles Dolley, de la Universidad de Syracuse; profesor doctor Seneca Sutton y profesor Eugene C. Barker, de la Universidad de Texas; doctor Seffer, de la de Stanford; Mr. A. L. Mills y señor ingeniero Salvador Altamirano, del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

La sillería a la derecha fue ocupada por los delegados y diplomáticos, asistiendo el embajador de España, marqués de Polavieja; el embajador especial de los Estados Unidos, señor Guild; el embajador Wilson; el embajador de Francia, señor Lefaivre; enviados de varias naciones; ministro Cólogan y agregados a las delegaciones.

DOCTORES EX OFICIO

Los doctores ex oficio, el Consejo Universitario y delegados de instituciones educativas ocuparon lugares prefe-rentes en la gradería.

Profesores con los estandartes de las escuelas de Jurisprudencia, Minería, Preparatoria, Medicina y Bellas Ar-tes estuvieron presentes en la ceremonia.

Muchos estudiantes, numerosas familias y un público escogido completaron la concurrencia a la inauguración de la Universidad.

HABLA DON JUSTO SIERRA

El ministro de Instrucción Publica dio lectura a un largo discurso, en el que hizo la historia de la Universidad que ocupó lo que hoy es la Escuela Nacional Preparatoria.

El señor Sierra hizo votos por el éxito de la Universidad y dirigiéndose al señor licenciado Joaquín Eguía Lis, rector de la nueva institución, lo felicitó cordialmente.

El señor Ezequiel A. Chávez leyó los nombres de los doctores efectivos y honorarios, y dio las gracias a los representantes de las universidades; y en seguida el presidente de la República declaró inaugurada solemnemente la Universidad Nacional.

DISCURSO MUY APLAUDIDO

Las universidades de París y California, representadas por los señores profesor Ernesto Martinenche, profesor Louis Capitán, Charles Lesca de la primera, y Benjamín Ide Wheeler, de la segunda, apadrinaron a la Universidad Nacional.

El señor Martinenche dijo un elocuente y brillante discurso en español que produjo extraordinario entusiasmo en el auditorio; cuando el orador hubo terminado, una gran ovación lo saludó.

A continuación habló el doctor Wheeler en inglés en nombre de la Universidad de California. Los representantes del resto de las universidades también tomaron la palabra y varios de ellos entregaron credenciales.

Terminada la ceremonia se formó la:

PROCESION UNIVERSITARIA

La procesión recorrió la quinta calle de Donceles, primera de Reloj y segunda de Santa Teresa, hasta llegar al edificio de la Escuela de Altos Estudios.

En el desfile tomaron parte las siguientes personas: doctores ex oficio, señores Antonio Anza, Diego Baz y Emilio G. Baz.

Guillermo Beltrán y Puga, Miguel Bustamante, padre, y Joaquín D. Casasús.

Gilberto Crespo y Martínez, Samuel Chávez, Jesús Díaz de León y Damián Flores.

Ángel Gaviño, Roberto Gayol y Regino González.

Ángel Grosso, Mariano Lozano y Miguel Ángel S. Macedo.

Juan Mancilla Río, Demetrio Mejía y Rafael Ortega.

Eduardo Prado, Nicolás Ramírez de Arellano y Francisco Rivas.

José Riberao Heras, Luis E. Ruiz y Jesús Sánchez.

Manuel Sánchez Mármol, Miguel E. Schulz y Rafael Sierra.

José Terrés, Antonio Torres Torija y Manuel Toussaint.

Aureliano Urrutia, Manuel M. Villada y Fernando Zárraga.

CONSEJO UNIVERSITARIO

Consejeros alumnos. Señores: José A. Cueva, Guillermo Zárraga y Santiago Rodríguez López.

Justo Benítez, Alfonso Cabrera y Manuel Escontría.

David B. Mendizábal, Francisco Leal, Antonio Muñoz y Ramón Balarezo.

Consejeros nombrados por las escuelas. Señores: Néstor Rubio Alpuche, Francisco Echegaray y Allén (doctor ex oficio) y Rafael Barba (doctor ex oficio).

Emiliano Pardo (doctor ex oficio) y Juan García (doctor ex oficio).

José R. Icaza, Manuel Gutiérrez (doctor ex oficio) y Domingo Orvañanos (doctor ex oficio).

Valentín Gama (doctor ex oficio), Ezequiel Pérez, Alberto J. Pani y Pedro C. Sánchez.

Manuel Torres Torija, Nicolás Mariscal (doctor ex oficio), Carlos Lazo (doctor ex oficio y Carlos Herrera (doctor ex oficio).

Consejeros nombrados por la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.

Señores Alfredo P. Castañones, Alfonso Pruneda y Jorge Vera Estañol.

Consejeros ex oficio. Señores: Manuel Flores (doctor ex oficio), Pablo Macedo (doctor ex oficio) y Eduardo Liceaga (doctor ex oficio).

Luis Salazar (doctor ex oficio), Antonio Rivas Mercado (doctor ex oficio) y Porfirio Parra.

Rector de la Universidad: señor Joaquín Eguía Lis (doctor ex oficio).

Secretario de la Universidad: señor Antonio Caso.

DELEGADOS DE INSTITUCIONES EDUCATIVAS

Señores A. L. Mills y Salvador Altamirano (consejero de la Universidad Nacional de México), señor doctor Louis Capitán.

Señores doctor William Seneca Sutton y profesor Eugene S. Barker.

Señor doctor Charles Dolley.

Señor Burton W. Wilson.

Señor doctor Thomas Frederick Crane.

Señor doctor Albert J. Ochsner.

Señor Hon. Arnold Shanklin.

Señor Roberto J. Kerr.

Señor doctor Eduardo Seler.

Señores profesor Franz Boas y Victor M. Braschi.

Señor licenciado José Romero.

Señor doctor Leo S. Rowe.

Señores doctores Evelio Rodríguez Lendián y Juan M. Dihigo y Mestre.

Señor doctor Ernest C. Moore.

Señores doctores Alfred Marston Tozzer y Thomas Barbour.

Señores don Telésforo García y licenciado don Manuel García Álvarez.

Señor cónsul Henri Perret.

Señor doctor James Mark Baldwin.

Señor Benjamín Ide Wheeler.

Señores Ernesto Martinenche y Charles Lesca.

EL PRESIDENTE Y SU GABINETE

El último grupo estuvo formado por el señor general Porfirio Díaz, su Estado Mayor, los ministros y diplomáticos.

Tanto a la llegada del jefe de la nación como a su salida del anfiteatro de la Escuela Preparatoria, un grupo de señoritas alumnas de esta escuela cantó el Himno Nacional, acompañado por una banda de música, clarines y tambores.

PROTESTA DEL RECTOR

En el severo salón de actos de la Escuela de Santa Teresa, al rector de la Universidad Nacional, señor licenciado Joaquín Eguía Lis, le fue tomada su protesta y en seguida el ministro Sierra presentó al señor presidente a los representantes de las universidades.

En el salón a que hacemos referencia está el escudo de la Universidad Nacional con el siguiente lema:

PATRIAE SCIENTIAEQUE
AMORE, SALUS POPULI EST.

En otro de los salones fue servido un lunch y a la una de la tarde se retiró el presidente de la República con los honores de ordenanza.

*El País, 23 de septiembre de 1910, pp. 2-3.