Diciembre de 2008 - Enero de 2009
Año V, Número 37


Tendencia juvenil

APERTURA SEXUAL DE LOS JÓVENES

Apenas un par de lustros atrás, el tema de la sexualidad estaba casi vedado para los jóvenes que se hallaban ante el pleno despertar de su libido. En la actualidad existe mayor apertura al respecto; sin embargo, el tema sigue encubierto por algunos velos oscuros que impone el sector conservador de la sociedad.

Lo anterior provoca que la educación sexual sea materia de continuo debate. Las diferencias de opinión son muy grandes cuando se trata de dilucidar hasta qué punto debe ser explícita la información utilizada para ilustrar este tema, a qué edad debe iniciarse dicha instrucción o con qué frecuencia debe hacerse llegar la información a los educandos.

Aunque la edad en que los jóvenes experimentan su primer contacto sexual varía debido a factores como condición socioeconómica, credo, género e inclusive nacionalidad, hoy en día los chicos inician su actividad sexual a una edad más temprana en comparación con las generaciones que los anteceden.

La Encuesta de Salud Reproductiva de los Adultos Jóvenes de América Latina indica que la edad media en que los varones jóvenes consuman su primera cópula es de los 13 a los 16 años, y en las mujeres, de 16 a 18 años, lo cual revela que la actividad sexual premarital es ya común entre los púberes latino-americanos.

El citado estudio también señala que los varones jóvenes declaran tener varias compañeras sexuales y sostener encuentros íntimos con mujeres conocidas de forma ocasional. La mayoría de las jóvenes, en cambio, exponen que inician y continúan su vida sexual con su compañero sentimental.

Sin embargo, lo cierto es que se ha incrementado el índice de embarazos en adolescentes, a tal grado que la preñez es ya la primera causa de muerte de menores de edad en países en desarrollo. Del mismo modo, las enfermedades de transmisión sexual en ese estrato de la población mundial se han disparado.

Es evidente que los jóvenes de hoy ejercen una libertad sexual antaño impensable. Ante tal fenómeno, se vuelve necesario que las instituciones educativas tomen cartas en el asunto para procurar salud sexual y reproductiva a las nuevas generaciones.

El embarazo en jóvenes, por ejemplo, se ha vuelto una de las problemáticas fundamentales de las políticas de salud y poblacional en México. No obstante, varias investigaciones y políticas dirigidas a mejorar la salud sexual de los adolescentes, no advierten que la maternidad temprana responde a un contexto económico, social y cultural.

Algunas encuestas demográficas demuestran que un bajo nivel de escolaridad en las jóvenes se asocia con un menor conocimiento y uso de métodos anticonceptivos, así como una menor planeación en la primera relación sexual, lo que hace que las adolescentes estén más amenazadas por un embarazo y por enfermedades de transmisión sexual. También la inequidad de género se agrava en un contexto de pobreza y falta de oportunidades.

En México, donde el 30% de la población es joven, se ha instrumentado una política educativa al respecto. A mediados de los noventa, la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Salud y otras instituciones públicas y privadas, iniciaron la labor de incluir en los libros de texto gratuito el tema del desarrollo sexual humano, integrando las esferas física, emocional y social.

Desde el cuarto año de primaria, el libro de ciencias naturales ofrece una lección de sexualidad. En el libro de sexto se profundiza en el tema, poniendo especial énfasis en el conocimiento de las relaciones sexuales, la cultura de la prevención, el respeto en la pareja y las enfermedades de transmisión sexual.

Los resultados de esta política ya son palpables. La última Encuesta Nacional de Juventud (2005) indica que el 92.5% de los jóvenes conoce un método anticonceptivo y el 60% de ellos declara usarlos. Tal documento también ilustra que sólo el 1.6% de la población joven mexicana se ha contagiado de alguna enfermedad venérea. En cuanto a reproducción, el 7.6% de las chicas se embaraza entre los 15 y 19 años, y el resto se empieza a reproducir después de los 20.

Pero la Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia realizada por la Secretaría de Educación Pública en 2007 arrojó resultados preocupantes. Al 54% de los alumnos no le gustaría tener como compañero de clase a un enfermo de sida, mientras que el 52.8% no desearían estudiar con un compañero no heterosexual.

Esta misma encuesta indica que el 94% de la población gay mexicana se siente excluida y ha denunciado actos de discriminación contra su persona. Asimismo, el 71% de los jóvenes mexicanos no apoyaría el otorgamiento de los mismos derechos a las personas homosexuales y a las heterosexuales, y el 42% declaró que una pareja homosexual no debe gozar de las mismas prerrogativas que una heterosexual.

Es cierto que las nuevas generaciones cuentan con mayores conocimientos; sin embargo, para que haya un verdadero cambio, la responsabilidad de educar en sexualidad debe ser compartida por padres y maestros bien capacitados, a fin de brindar la confianza necesaria en los jóvenes para que externen sus dudas y necesidades, y de esa manera, también capacitarlos para que, en su momento, sean buenos orientadores en la educación y formación sexual de las próximas generaciones.