Diciembre de 2008 - Enero de 2009
Año V, Número 37


Cuadro de costumbres

NOCHE EN VELA, II

Por Paula Rivera

Parte de lo que hace la noche de Nuit Blanche especial es la cantidad de puestos callejeros que venden hot dogs, gyros, donas y demás, así como que la mayoría de los bares permanecen abiertos. Sin embargo, el simple pensamiento de poner algo sólido en mi estómago me espanta, y es que parte de mi estado alucinógeno actual se debe no sólo al arte callejero, sino también al proceso digestivo al que mi cuerpo lleva dedicado varias horas.

¿Con respecto a los bares? No es necesario gastar dinero en ellos, si traigo mi termo lleno de tequila; y aunque debo andar con cuidado para no repetir la aventura que viví la noche del estreno de la obra de teatro experimental de Mauro Blue calzones, es siempre útil ahorrar. Esa noche me corrieron de un bar por compartir mi agave aparentemente de forma ilegal. La mesera, más seria que un proctólogo con dolor de muelas, al verme sacar mi termo me pidió abandonar sus instalaciones. Guiseppina, asustada, le preguntó que adónde me iba a ir, y yo, en un esfuerzo enorme por esconder la humillación del momento, respondí que al infierno, y a la mesera le advertí que un día cercano se arrepentiría de su cruel acto.

Vuelvo a Nuit Blanche. El evento está distribuido en tres zonas: la A (centro-norte, con 64 destinos), la B (centro-sur, con 42 destinos) y la C (sur-oeste, con 50 destinos, y donde está Liberty Village).

Describo algunas de las instalaciones más interesantes de la zona C: Purified by fire (Purificado por el fuego), de Mathew Suib, originario de Filadelfia: se han colocado varias pantallas en las enormes ventanas del edificio del mercado, donde se proyectan imágenes de un incendio. Aunque las imágenes provienen de la película Full Metal Jacket, de Kubrick, lo realmente atractivo de esta instalación es la paz que causa ver el fuego contenido e imaginario. La belleza de este elemento en verdad purifica los horrores de lo que destruye a su paso.

Imagine (Imagina) de Yoko Ono, originaria de John Lennon, es una idea que ablanda el corazón incluso a los críticos más feroces de madame Ono: cuatro árboles se convierten en percheros para deseos que el público escribe en unas tarjetitas blancas y que luego cuelga de las ramas. Leo dos de las tarjetas: "deseo la paz mundial" y "deseo poder comer queso todas las horas de mi vida".

Overflow (Derrame) de Michel de Broin, de Montreal: es una de las instalaciones que más me gustan, porque me recuerda México, mi familia, las cualidades latinas que tanto extraño. La instalación consiste en una cascada que cae desde la ventana del tercer piso de la antigua capilla de la prisión, la cual está rodeada por un parque con pasto perfectamente podado y sin acceso al público, haciendo que la obra sólo pueda apreciarse a distancia. No entiendo por qué me causa tanta nostalgia; quizá sea el recuerdo de las inundaciones defeñas después de un aguacero, ya que según el artista su trabajo investiga la resistencia, la reorganización y el caos. ¿A poco no suena al D. F.?

I promise it will always be this way (Te prometo que siempre será de esta manera), de Jon Sasaki, artista local: un perfomance donde hay alrededor de veinticuatro personas simulando ser mascotas de diferentes equipos deportivos y que celebran sin razón alguna en medio del estadio de futbol Lamport. La entrada es libre y los espectadores chiflan y animan a las mascotas a seguir con la fiesta. Las mascotas, a su vez, responden a la euforia de los espectadores mediante bailes, piruetas y maromas, pero paran si están cansadas o si el público deja de aplaudir. Para cuando llegamos al estadio, varias de las mascotas están desparramadas en el pasto con el disfraz caído, fumando como chimeneas, bebiendo cerveza o echándose un sueñito.

Emprendemos la salida de la zona C hacia el noreste, por la calle Strachan, y una vez en Queen Street esperamos el tranvía que, con suerte, nos llevará por el este, hasta las calles de la zona A. Digo con suerte, porque a pesar de que el gobierno de la ciudad promete constantemente mejorar la cantidad y frecuencia del transporte público, hay más de cincuenta pasajeros en la parada, los cuales, claramente, llevan ahí un buen rato.

Después de media hora de espera le damos un buen trago al tequila traidor e iniciamos una larga caminata hasta llegar al número 100 de la calle Queen (zona A), donde está situado el nuevo edificio de gobierno conocido como City Hall. Se le llama nuevo porque en 1965 remplazó una construcción de 1899, que ahora alberga las Cortes.

La historia cuenta que en los años cincuenta se convocó un concurso internacional para elegir el diseño de un proyecto para un nuevo edificio y plaza de gobierno. Viljo Revell, un finlandés que murió un año antes de la inauguración del City Hall, fue el arquitecto ganador.

El diseño consta de dos torres semicirculares, que parecen idénticas pero no lo son -la torre este tiene 27 pisos; la oeste, 20-, y que abrazan un semicírculo con forma de platillo volador. El proyecto fue considerado ultramoderno para la época y hoy todavía conserva su encanto vanguardista.

El edificio tiene como atrio una plaza muy grande, ideada también por Viljo Revell y bautizada con el nombre de Nathan Phillips Square -en honor del que fuera gobernador de Toronto entre 1955 y 1962. La plaza ha sido remodelada varias veces, pero está en espera de una próxima gran intervención (si se consiguen los 40 millones de dólares necesarios).

En la actualidad hay jardineras, puentes y una fuente que en verano ofrece un show de luces y en invierno se convierte en pista de patinaje municipal. City Hall es el lugar que Scotiabank ha destinado para la instalación más espectacular y cara de la noche -casi la mitad del presupuesto-: Stereoscope (Estereoscopio), de Tim Pritlove y Thomas Fiedler, dos alemanes expertos en tecnología y conocidos como el Blinkenlight Project.

La pieza consiste en lámparas colocadas detrás de las 960 ventanas de las torres y que cuando se activan reproducen juegos clásicos de computadora. Sin embargo, lo más espectacular del asunto es que los juegos que aparecen en las torres-pantalla son activados por el público mediante la marcación de distintos números de teléfono.

Una semana previa a Nuit Blanche, Blinkenlight Project publicó en su página electrónica los números para escoger el juego de computadora deseado, además de impresos en un cartel colocado justo a la entrada de la plaza, por lo que Guiseppina, Mauro y yo marcamos tres teléfonos distintos y, en efecto, vimos que nuestra elección de juegos se reprodujo en las torres-pantalla. Por obvias razones, esta instalación es la única que permanecerá en exhibición el resto de la semana.

Aunque son apenas las tres de la mañana, el cansancio de la caminata y la digestión se están dejando sentir en todas partes, pero especialmente en nuestras patrullas (pies), que continuarán en actividad para poder llegar al metro y luego a nuestras casas. La estación más cercana se encuentra hacia el oeste, en la esquina de las calles Queen y University, frente al Four Seasons Centre for the Performing Arts, que es la nueva sede de las compañías de ópera y ballet nacionales de Canadá y en la cual está la única instalación que veremos de la zona B: A Window on Ballet (Una ventana al ballet).

Una pantalla instalada en el ventanal principal del teatro proyecta la imagen de distintos bailarines ejecutando, como si fuera una clase de biología, los pasos básicos del ballet. Los movimientos son precisos y lentos, los cuerpos son perfectos pero aún orgánicos, como de caballos de carreras, muy distintos del deplorable espectáculo de los borrachos fofos y gritones que de pronto han invadido la ciudad.

El Toronto artístico se ha convertido en arena de competencias ridículas, como el lograr orinar en plena calle sin ser detenido por la policía. Y así, esquivando orines, babas, vómitos y gritos, entramos heroicamente en la estación del metro University. Con el pasaje pagado resulta difícil hacer caso a nuestro sentido común de salir a buscar un taxi a pesar de llevar una hora esperando la llegada del tren.

Son ya las cuatro de la mañana, pero lo bueno es que los 2.75 dólares que no estamos dispuestos a perder, nos permiten ver en primera fila el show Off-Nuit Blanche; ese espectáculo que no es patrocinado por ningún banco y que nos da la oportunidad de observar la instalación construida con el comportamiento y la moda de la juventud de Toronto: Drunken and what? (Hasta las chanclas. ¿Y qué?).

Las faldas de las chicas son tan cortas que es posible ver el origen de la creación de vientos, así como sus olorosas secuelas. Los niveles de alcohol en los chicos son tan altos que fácilmente podrían calentar la ciudad durante todo el invierno. Una joven se ha quedado dormida en el piso y pierde el tren que llega. Subimos al vagón, las minifaldas se cuelgan de los tubos; "es mi cumpleaños", grita una, y todos la vemos con una mezcla de humor, pena ajena y miedo. Salimos a la calle profundamente afectados. Hay zombis en la calle. ¿Será que Nuit Blanche se extendió hasta Halloween?, y ¿de ahí que Guiseppina, Mauro y yo hayamos envejecido tan rápido? I don't know (No lo sé).

Estación de metro College, Toronto, Canadá. 31 de octubre de 2008.