Junio de 2008
Año IV, Número 32


Sixto Langarica y la arquitectura escultórica

A bordo de una camioneta Lobo, de un rojo pulido que parece cromado, el arquitecto Sixto Langarica y su mujer se detienen en el número 79 de la avenida Emilio Brun, en Residencial Esmeralda, uno de los fraccionamientos de moda en la ciudad de Colima. Al descender del automóvil, abren las puertas de la Casa Gaviota. Lo más llamativo del lugar podría ser la losa, donde el arquitecto colocó una ondulación prolongada en los más de quince metros de fachada, y a sus costados una serie de diagonales que, en efecto, recuerdan las alas de un ave en vuelo.

Sin embargo, probablemente la palabra sobriedad sea la que califica con justicia a semejante construcción que es al mismo tiempo una escultura. De hecho, Casa Gaviota puede observarse por los cuatro costados, y obtener en cada lado una fachada delicada. "Sin descuidar la quinta fachada -dice Sixto Langarica-, que es la del cielo, la de Dios. Porque la mayoría de los arquitectos nos preocupamos por una fachada o cuando mucho por dos, porque la casa está ubicada en una esquina, pero hay que preocuparnos por la posterior, las laterales y la azotea, para que la casa sea una escultura de cuerpo entero".

En suma, se trata de dotar a la materia informe (piedra, concreto, laja) de signos que inviten a la mesura en contra de su estado amorfo. Luego hay que atisbar en ella los sentidos elegidos por el arquitecto, el dinamismo y la fuerza, que a manera de misterio llenan "la esencia" de los espacios, como quien edifica una escultura y no se limita a construir un edificio. Entonces ya, entre materia móvil y espacio vivo, se aglomeran los elementos básicos del diseño arquitectónico: el punto, la ondulación, el muro, en todo caso, los menos importantes para quien se propone una arquitectura escultórica.

Descendiente de un linaje colimense consagrado a la construcción, Sixto Langarica alcanzó trascendencia nacional al ganar la medalla de plata de la II Bienal de Arquitectura de México, con su obra Megapalenque, de Villa de Álvarez, Colima (considerado por algunos el palenque más grande de Latinoamérica, con sus 14,000 asientos plastificados). De los Langarica, asegura, algunos se han dedicado a la pega de azulejos y otros más a la carpintería, y sólo él es arquitecto.

"Pero realmente -comenta-, lo mío por la arquitectura y la construcción nació al acompañar en un principio a mi papá, que era albañil y azulejero. Desde los cinco años estuve trabajando con él, hasta que comencé a estudiar mi carrera profesional, y aún así las tardes y los días que descansaba, cuando podía, seguía trabajando de azulejero".

Desde hace doce años, Sixto Langarica se ha dedicado de manera capital a su oficio, y esta pasión se evidencia en otra de sus construcciones más importantes: Casa Manantial, donde habita, ubicada a tres kilómetros hacia el noroeste de la capital del estado. El diseño de la construcción está incluido en la muestra más reciente de arquitectos mexicanos, realizada por la editorial AME Arquitectos.

En Casa Manantial, el arquitecto quiso armonizar la construcción con la naturaleza del entorno. El punto de conver-gencia del inmueble es una alberca, que de inmediato transmite a las personas la sensación de regresar al agua, de percibir la brisa del mar. También hay espacios de homenaje a la arquitectura mexicana (con madera de palma y piedras) y fugas visuales que sólo son perceptibles al ingresar a la estancia.

Explica: "Me gusta jugar con las sensaciones y las emociones de cada espacio. Que un espacio te pueda despertar misterio, deslumbrar o tranquilizar; otros te invitan a la relajación, la meditación u otros sentidos. Aún así dejo la arqui-tectura en su sentido escultórico, porque eso te permite ver un espacio como una escultura de cuerpo entero, que la puedes ver de todos lados".

Sixto Langarica conserva las lecciones aprendidas de sus maestros en el transcurso de su carrera; pero quizás de manera más significativa recuerda a la secretaria de su plan de estudio, Adriana Vaca, la primera clienta que le confió la cons-trucción de su vivienda. "Primero -dice el arquitecto- traté de hacer sólo cosas buenas, no tan creativas; porque si comienzas explotando tu creatividad y no hay nada parecido, te topas con las ideas y el pensamiento preconcebidos por los clientes de una casa. Y cuando manejaba losas curvas y delgadas, la gente me decía: 'yo la quería con tejas y con molduras'. Y para que no me botaran, primero tuve que hacer casas bonitas".

-Después de concluir sus estudios profesionales, ¿continuó con alguna especialidad? -le pregunté.

-No. Me he basado en lo siguiente: los mejores arquitectos en el nivel internacional no han tenido grandes estudios porque no se requieren grandes estudios para llegar a lo mismo. Tada Ando, un excelente arquitecto japonés, fue boxeador. Y Luis Barragán, uno de los mejores arquitectos del mundo, con Premio Pritzker -que es el Nobel de la arquitectura-, fue ingeniero civil. También está Ricardo Legorreta, que sólo es arquitecto y es uno de los principales.

"Esto no requiere de tantos estudios como algunos aseguran, que al salir de la escuela se debe seguir en la maestría y luego al doctorado y la especialidad... En ese camino terminas como arquitecto de papel. Y los grandes arquitectos dicen que la arquitectura de papel no es arquitectura, es un sueño. Sólo sirve lo que está construido. Y la arquitectura es el arte donde se puede vivir, y no puedes vivir en una hoja de papel.

Al analizar esto, me planteé cómo quería crecer. Y sí decidí estudiar, pero por mi propia cuenta; eso es lo que se refleja en mi trabajo. El aprendizaje no termina en la escuela: tienes que trabajar día con día, ver materiales nuevos, observar la arquitectura que se hace en el ámbito internacional para ser competente y poder hacer un edificio, un museo o una casa sin dificultad. Pudiera decir que ésa es mi aspiración: el diseño de espacios culturales, escultóricos, arquitectura del paisaje, cosas que lleven el arte visual más fuerte".

La obra de Sixto Langarica ha sido incluida entre las cinco mejores en todo el país, según la revista Vuelo; otros medios de comunicación dedicados a la construcción, como www.obrasweb.com, también le han dedicado espacios para comentar su trabajo. Asimismo, Casa de Campo, ubicada en Montitlán, en el municipio de Cuauhtémoc, Colima, recibió la mención de honor en el concurso Casa Barragán Cárdenas, distinciones que se suman a la medalla de plata por el Megapalenque. (Por Carlos Ramírez Vuelvas).